(Por Alfonso Ribote en boletin 118 de Ekologistak Martxan)
Los primeros Planes de fomento de las EERR datan del año 2000 y tenían como objetivo llegar al 12% renovable en energía primaria para 2010, equivalente al 30% de electricidad renovable. Como las EERR eran más caras que las tradicionales, se fomentaban mediante un sistema de primas a la producción de electricidad (no son subvenciones) que hacían atractiva la inversión al ayudar a amortizarlas. Estas ayudas, que se mantenían durante 25 años, se justificaban ya que las EERR aportan claras ventajas como la ausencia de contaminación en la producción de energía, ser autóctonas en recursos (sol y viento) y componentes, reducir la dependencia energética, ser una alternativa a los limitados combustibles fósiles, y ser una herramienta de lucha contra el cambio climático. Con el continuo desarrollo de las EERR, el coste de estas instalaciones bajaba, por lo que era obligado revisar y reducir las primas establecidas.
Los primeros Planes de fomento de las EERR datan del año 2000 y tenían como objetivo llegar al 12% renovable en energía primaria para 2010, equivalente al 30% de electricidad renovable. Como las EERR eran más caras que las tradicionales, se fomentaban mediante un sistema de primas a la producción de electricidad (no son subvenciones) que hacían atractiva la inversión al ayudar a amortizarlas. Estas ayudas, que se mantenían durante 25 años, se justificaban ya que las EERR aportan claras ventajas como la ausencia de contaminación en la producción de energía, ser autóctonas en recursos (sol y viento) y componentes, reducir la dependencia energética, ser una alternativa a los limitados combustibles fósiles, y ser una herramienta de lucha contra el cambio climático. Con el continuo desarrollo de las EERR, el coste de estas instalaciones bajaba, por lo que era obligado revisar y reducir las primas establecidas.
Estos planes de fomento establecían unos mínimos de potencia a
conseguir, pero no limitaban su techo, lo que unido a una reducción
de costes y a la torpeza del Gobierno del PSOE para revisar y ajustar
las primas, la solar fotovoltaica (FV) se desbocara y casi llegase a
los 3.400 Mw FV en 2008, cuando el objetivo eran 400 Mw para 2010. La
alta rentabilidad atrajo a inversores internacionales que
generalizaron las huertas solares, sumándose a los ya miles de
propietarios de pequeñas instalaciones. La deficiente gestión del
Gobierno con la FV permitió que se instalase más, cuando más caro
se pagaba el Kwh FV, lo que es ahora un lastre económico y el
principal argumento de los enemigos de las EERR. Opuesto fue el caso
de la biomasa, que debido a una raquítica prima se quedó muy lejos
de sus objetivos, mientras la eólica tuvo un crecimiento ordenado.
La burbuja de los
ciclos combinados
Paralelamente al desarrollo de las EERR, en la pasada década se
instalaron decenas de centrales de ciclo combinado que quemaban gas
natural, hasta alcanzar una potencia total de 27.000 Mw. Con un
crecimiento anual del consumo de electricidad del 4% (algo
manifiestamente insostenible), las grandes eléctricas apostaron
fuerte por esta tecnología para seguir dominando el sector, como
hicieran con la nuclear en los años 70.
Los planes comenzaron a torcerse con el comienzo de la crisis. Lo que
antes era un mercado de producción eléctrico en crecimiento, la
bajada del consumo por la crisis evidenció que había demasiada
potencia eléctrica instalada y no había mercado para todos, por lo
que empezaron los codazos y las enemistades entre distintas
tecnologías.
El complejo
funcionamiento del sistema eléctrico
El enrevesado sistema de normas en la gestión de la electricidad
beneficia descaradamente a las grandes eléctricas agrupadas en UNESA
(Iberdrola, Endesa, Gas Natural, Eón, e Hidrocantábrico). En el
precio final de la electricidad que pagamos los consumidores hay dos
partes, la componente del mercado (el precio de la electricidad), y
la componente regulada (que decide el Gobierno), donde están los
costes del transporte, distribución, compensaciones, primas, etc..
El importe de la componente del mercado se realiza mediante la
subasta diaria del mercado mayorista de electricidad, donde se casa
horariamente la demanda con la producción. La primera central que
entra (vende su electricidad) es la que oferta su electricidad más
barata, y así sucesivamente hasta que se iguala la producción total
con la demanda estimada. El precio más caro necesario cierra la
subasta, y ese precio se paga a todos los productores,
independientemente de a qué precio hayan ofertado (excepto las EERR
que se atienen a su prima). Las nucleares ofertan a precio cero, al
no ser gestionables por su dificultad para encender y apagar. Las
EERR ofertan también a precio cero, al no ser gestionables por no
poderse almacenar (y por cobrar prima). Las centrales térmicas
(carbón o gas natural) son las que suelen alcanzar la demanda
estimada con precios in crescendo, al tener que repercutir el coste
del combustible que queman y ser más fáciles de encender y apagar.
La gran hidráulica oferta a precio cero, pero al ser gestionable
desembalsa cuando prevea un mayor precio de la electricidad.
Este perverso sistema de establecimiento de precios permite cobrar el
precio más caro a las centrales que producen más barato, y que las
nucleares y gran hidráulica obtenga los llamados beneficios caídos
del cielo (la nuclear produce a 20€/Mwh y la hidráulica produce a
10€/Mwh, y ambas cobran a una media de 50€/Mwh). A veces ocurre
que la nuclear, la hidráulica, y la eólica se basten en cubrir la
demanda, quedándose las centrales térmicas sin poder vender su
electricidad y cerrando el precio en la subasta a 0€/Mwh, por lo
que las nucleares y la hidráulica no ven recompensada su producción.
Esta ausencia de “hueco térmico” repercute en la amortización
de los ciclos combinados, que fueron instalados para funcionar 8.000
horas/año, necesitan 3.500 horas/año para su rentabilidad, y en la
realidad trabajan una media de 2.000 horas/año.
Ataques a las
EERR
La entrada masiva de las EERR en el sistema eléctrico perjudica a
las grandes eléctricas por triplicado: bajan el precio mayorista de
la electricidad, desplazan a sus ciclos combinados que apenas
funcionan, y amenazan su oligopolio al repartir el mercado entre más
productores de electricidad. A pesar de que las grandes eléctricas
también han apostado parcialmente por las EERR (sobretodo Iberdrola
por la eólica), no han cesado de criticarlas. Las grandes
eléctricas, conscientes que no todas las tecnologías caben el
sistema, prefieren parar las EERR (por estar repartidas entre más
propietarios), y dar prioridad de funcionamiento a los ciclos
combinados (de su exclusiva propiedad). Las presiones de UNESA al
Gobierno para que eliminase las primas a las EERR y aplicase medidas
retroactivas para reducir sus beneficios y así hundir al sector
renovable están teniendo buena acogida en el Gobierno del PP.
El argumento principal de los ataques a las EERR es que son caras e
incrementan el déficit de tarifa, algo repetido hasta la saciedad
por los medios de comunicación afines a las grandes eléctricas.
Esta crítica fácil ha sido desmontada por el sector renovable al
demostrarse que la rebaja del precio de la electricidad en el mercado
mayorista por la entrada de EERR es superior al coste de las primas
que perciben. Además, las EERR podrían instalares en la actualidad
sin ayudas al haber reducido su coste considerablemente, por lo que
resulta absurdo paralizar esta tecnología ahora que es barata.
El timo del
déficit de tarifa
El déficit de tarifa se comenzó a originar en el año 2000, cuando
el Gobierno del PP congeló el precio de la electricidad para
contener la inflación, iniciándose una deuda con las grandes
eléctricas que ahora se mide en miles de millones. Tratan de
convencernos de que el precio que pagamos los consumidores por la
electricidad no cubre sus costes, lo que es mentira: si cubre los
costes, lo que no cubre son los precios, ya que estamos pagando muy
cara una electricidad que sale barata a las grandes eléctricas. Con
este fraude se está realizando una transferencia de rentas de la
sociedad hacia las grandes eléctricas, que se están forrando
mientras aumenta el precio de la luz, y además les debemos dinero.
El déficit de tarifa se podría solucionar modificando el
establecimiento de precios de la electricidad y otorgando un
beneficio razonable a cada tecnología, o eliminado los beneficios
caídos del cielo de las nucleares y la gran hidráulica, pero el
Gobierno evita retirar estos privilegios a las grande eléctricas. No
es de extrañar que tantos ex cargos políticos se retiren en las
grandes eléctricas, ya que desde el Gobierno legislaron a su favor.
¿Para cuándo el
autoconsumo con balance neto?
Otra consecuencia de las presiones de UNESA es el retraso en la
aprobación de la ley de autoconsumo con balance neto, que permitiría
reducir la factura eléctrica a quienes se instalen EERR en su
vivienda. El autoconsumo en tiempo real es legal, pero el pequeño
productor pierde dinero si no hace coincidir su consumo con su
producción de EERR. Con el balance neto, la resta entre producido y
consumido se haría anualmente, y -en el caso de una instalación
solar FV- el excedente de producción de un verano soleado
compensaría a un invierno nublado, lo que reduciría la factura a la
mitad. Con el autoconsumo los pequeños productores no ganan dinero
(a diferencia de las primas de la solar FV conectada a red), pero
pagan mucho menos en su factura, algo que no gusta a las grandes
eléctricas que verían una reducción de sus ingresos.
A pesar que no se
haya gestionado del todo bien, las EERR siguen siendo la piedra
angular de un cambio de modelo energético. Su rápido crecimiento ha
incomodado a las grandes eléctricas, al suponer una amenaza a sus
tradicionales centrales. UNESA pretende amortizar como pueda sus
erradas inversiones en ciclos combinados, así como alargar la vida
de sus nucleares a más no poder, todo ello para no reducir
beneficios ni cuota de poder, y por ahora lo está consiguiendo. El
oligopolio eléctrico ha secuestrado el futuro renovable, y parece
ser que -si no hacemos nada para evitarlo- las EERR crecerán cuando
a las grandes eléctricas les convenga, aparcando la lucha contra el
cambio climático y renunciando al compromiso de obtener con
renovables el 20% de energía primaria para 2020.
Los consumidores que reclamamos el cierre de las nucleares y el fin
del uso de combustibles fósiles tenemos el deber de intentar
instalar EERR en nuestras viviendas o centros de trabajo, o como
mínimo cambiarnos de comercializadora de electricidad (si es una
gran eléctrica) por otra que solo venda electricidad 100% renovable,
como Gesternova, o aún mejor por cooperativas de energía como Som
Energía, Goiner, Zencer. Debemos dejar se der espectadores de estos
abusos y tomar parte activa en el cambio de modelo energético.